Relatos cortos, reflexiones, poesía. Cualquier cosa que se cree a partir de letras sobre papel.
domingo, 12 de febrero de 2012
La belleza de las sombras
viernes, 10 de febrero de 2012
Destinado a estar contigo
miércoles, 8 de febrero de 2012
Canción de los Sueños
martes, 7 de febrero de 2012
Cuando el mundo se derrumba...
Que hermoso es el vuelo de un pájaro herido
Quisiera tener su voluntad para llegar a mi destino
Pero el aire no sopla y siento que ya me han vencido
Dime qué sentido tiene luchar por algo perdido,
Dime que sabes que en el fondo de este pozo
En el que mis huesos se han hundido
Queda algo de esa luz
Que yo creí haber tenido.
Nadia A.S
Esos ojos
Bambi y el Cazador
El cervatillo estaba oculto entre los arbustos, tan bien camuflado que ni el humano más experimentado en el arte de la caza hubiera podido detectarlo: los humanos no entendían la naturaleza tan bien como el resto de los animales.
Pero él sí podía verlo, porque ni era humano, ni era un cazador. Era El Cazador. Sus sentidos estaban más desarrollados, su cuerpo era más fuerte y su paciencia, mayor. Ese adorable animalillo de patitas de alambre y pelaje rojizo no podía esconderse de él. Nada podía esconderse de él.
Lo miró con atención. Apenas tendría unos meses. Aún carente de cuernos y tan pequeño como era, se encogía sobre sí mismo y temblaba, aterrado. Sabía que había peligro cerca. Y sabía que era un peligro del que no podía huir.
El Cazador rió. El cervatillo estaba aterrorizado, cosa que era realmente irónica: El que se asustaba era él, al que no tenía intención de dañar y sin embargo, la inocente excursionista que caminaba por el bosque junto a su novio, hermano o lo que fuera, que era la que debería haber echado a correr, mostraba una radiante sonrisa en la cara.
Humanos... pensó, despectivo. Humanos. Esas inocentes criaturitas estúpidas e hipócritas demasiado confiadas en su supuesta inteligencia como para darse cuenta de que había algo más allá de lo que ellos consideraban "lógico y razonable". Por eso, ni la muchacha ni su acompañante intuían lo que se avecinaba, a diferencia del cervatillo: Porque no era ni lógico ni razonable.
Dejó a Bambi a un lado y observó a la chica. Una joven de estatura normal, delgada, con la cabeza pequeña y el rostro ovalado, labios carnosos, nariz larga, ojos verdes y cabellera rubia, recogida en dos coletas caídas, una con gomilla negra y la otra con una roja, a juego con su vestimenta: un top negro con un apetitoso escote, y unos pantalones blancos, con dos rallas rojas en cada pernera.
Una sonrisa que amedrentaría al más fiero león deformó el rostro del Cazador. Se preguntó si el chico sería lo bastante idiota como para intentar defender a la chica. Se preguntó si huiría lo más lejos posible y deseó que fuera así, porque no le apetecía ensuciarse más de lo necesario sólo por su capricho de comer a deshora.
Antes de saltar sobre la chica y de concentrarse sólo en arrancar los pedazos de su carne, sin prestar atención a sus gritos agónicos ni a la sangre que le manchaba la cara, se preguntó también si ese chico sería lo suficiente ingenuo como para pensar que alguien creería que, mientras paseaba por el bosque, un monstruo de largos dientes afilados y ojos rojos sin pupila se había comido viva a su compañera, a bocados, delante de sus narices.
Nadia A.S
Nuestro último mensaje
Lo he comprendido al cerrar los ojos.
He comprendido que te has marchado, que te has marchado para siempre, que jamás volveré a oír tu voz ni a ver sus ojos, que todas esas oportunidades desperdiciadas que tuve de mostrar mi cariño nunca se repetirán… He comprendido que echaré de menos hasta que mi corazón no lata aquello que no he sabido valorar cuando lo he tenido entre mis manos, que lloraré dos veces al año durante toda la vida: El día en que naciste y el día en que te has ido.
Hoy, ahora, sola en la oscuridad exterior e interior, te pediría perdón una y mil veces por no haberte dicho cuánto te quería, por no haber sabido darme cuenta de que este día llegaría a pesar de que lo debería haber sabido, porque todos lo saben, porque no existe nada más natural que el sueño eterno… Acabo de perder el miedo a aquello que regresa de la muerte, sencillamente porque deseo, oh, y sólo mis semejantes pueden saber cuánto, que regreses de ese lugar misterioso del que todos hablan y nadie conoce, o al menos que ese lugar exista. Así, algún día, no sé bien cuándo, podré volver a ver tus ojos, volver a oír tu voz…
Nadia A.S