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domingo, 12 de febrero de 2012

La belleza de las sombras

No podía quitarse su imagen de la cabeza: Sus ojos dorados, tan terroríficos y al mismo tiempo poseedores de una hermosura que ningún ser humano podría siquiera imaginar. Sus etéreos cabellos, que refulgían un brillo plateado como el de la luna llena y flotaban a su alrededor, burlándose de la gravedad. Su mente fría y despiadada. Ese halo de luz que desprendía con cada movimiento.
Quería volver a verlo. No por amor, ni por atracción, pues era tan imponente, tan poderoso, que se sentía como un vulnerable insecto a su lado, demasiado inferior como para que despertara en ella algún deseo. El motivo era su belleza. Resultaba tan fascinante, tan mágico... que no soportaba la idea de alejarse de él para siempre.
Entonces, lo comprendió. Cuando la llamara, acudiría sin remedio, aunque no se sintiera orgullosa de hacerlo. Sabía que su aspecto de ángel era una fachada para esconder su verdadera esencia, que no era otra que el mal más puro, una fachada que estaba destinada a provocar los sentimientos que ella experimentaba. Pero no podía resistirlo. Las ganas de tenerlo ante ella una sola vez más eran superiores a todo...
Incluso al miedo de saber que el castigo de tratar con demonios era la eternidad en el infierno.

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